Tegucigalpa – La IX Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) concluyó con un incidente diplomático que ha generado controversia en los círculos políticos regionales. La presidenta de Honduras y anfitriona del evento, Xiomara Castro, declaró «aprobada por unanimidad» la Declaración de Tegucigalpa, a pesar de que tres países —Argentina, Paraguay y Nicaragua— explícitamente no dieron su consenso al documento final.
El canciller hondureño, Enrique Reina, posteriormente aclaró que la declaración contaba «con el consenso suficiente de 30 de los estados participantes, a excepción de tres», reconociendo implícitamente que la unanimidad proclamada por la mandataria no existió en la práctica.
Este desajuste entre el anuncio presidencial y la realidad diplomática ha suscitado interrogantes sobre si se trató de un simple error protocolario o de una maniobra política calculada.
La Declaración de Tegucigalpa abordó temas sensibles como el rechazo a medidas coercitivas unilaterales que afectan el comercio internacional, la propuesta de que un latinoamericano o caribeño —preferiblemente una mujer— ocupe en el futuro la Secretaría General de la ONU, y el posicionamiento firme contra las deportaciones masivas de migrantes desde Estados Unidos.
Un elemento contextual relevante es que la cumbre tuvo una asistencia limitada, con solo un tercio de los mandatarios de estados miembros presentes, lo que algunos analistas interpretan como un revés para la administración Castro.
En este escenario, proclamar una unanimidad inexistente podría interpretarse como un intento de fortalecer la imagen del encuentro y su impacto político.
La cumbre también marcó el traspaso de la Presidencia Pro Tempore de la CELAC de Honduras a Colombia, donde el presidente Gustavo Petro asume el desafío de dar continuidad a los compromisos adquiridos y potenciar el rol del bloque como actor internacional.
Los críticos señalan que este tipo de inconsistencias en la comunicación oficial debilitan la credibilidad de los mecanismos de integración regional, mientras que defensores de la administración hondureña sugieren que se trató simplemente de un malentendido en el calor del momento diplomático.
Lo cierto es que, más allá de la controversia sobre la unanimidad proclamada, la cumbre logró articular una posición mayoritaria sobre temas cruciales para la región, especialmente en lo referente a políticas migratorias y la defensa de América Latina y el Caribe como zona de paz, aunque con notables ausencias en la mesa de consenso.