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Cardenal Rodríguez distingue entre «recordar» y «resentir» en aniversario del golpe de Estado

El arzobispo emérito de Tegucigalpa reflexionó sobre las conmemoraciones del 16º aniversario de la crisis política de 2009, advirtiendo que "revivir heridas" impide la felicidad personal y nacional, mientras exhortó a candidatos electorales a buscar el bien común por encima de intereses personales en un mensaje que abordó desde la sanación nacional hasta las tentaciones del poder.

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Tegucigalpa – Una voz autorizada de la Iglesia Católica hondureña se pronunció este domingo sobre las divisiones políticas que persisten en el país, cuando el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo emérito de Tegucigalpa y primer hondureño en obtener la dignidad cardenalicia, ofreció una reflexión sobre la memoria histórica en el contexto de las conmemoraciones del golpe de Estado de 2009.

Durante declaraciones al canal HCH, el religioso de 82 años estableció una distinción fundamental entre el acto de recordar los eventos del pasado y el resentimiento que puede generar revivir constantemente las heridas históricas. «Recordar es de humanos, resentir es de tontos porque es echarle sal a una herida para que vuelva a doler», declaró en referencia a las celebraciones organizadas por el gobierno y el Partido Libertad y Refundación.

El cardenal, quien fue coordinador del Consejo de Cardenales que ayuda al Papa Francisco en la reforma de la Curia Romana y anteriormente considerado como posible sucesor papal, reflexionó que recordar el pasado debe servir para «sacar lecciones para el presente y que esos errores no se vuelvan a cometer», pero advirtió que las personas que quedan «viviendo en el pasado es negarse a sí mismos».

Su mensaje adquiere particular relevancia en un momento en que Honduras se encuentra dividida por la conmemoración de los 16 años del derrocamiento del expresidente Manuel Zelaya, con el oficialismo organizando actos para recordar lo que considera una violación constitucional, mientras sectores opositores defienden aquellas acciones como necesarias para la democracia.

El prelado fue particularmente enfático al señalar que «las personas que siguen reviviendo una herida es un individuo que ha perdido la razón», y explicó que «las heridas no sanadas causan un daño espantoso y no deja que la persona sea feliz». Esta perspectiva pastoral busca trascender las divisiones políticas para abordar el impacto psicológico y espiritual de los conflictos prolongados.

Rodríguez advirtió que el resentimiento «solo revive más el dolor y los malos sentimientos como el odio y la envidia», planteando una visión de sanación nacional que requiere superar las polarizaciones del pasado para construir un futuro compartido.

En un momento político especialmente sensible, con Honduras preparándose para elecciones generales en noviembre, el cardenal dirigió un mensaje específico a quienes aspiran a cargos de elección popular. Exhortó a que los candidatos «sean tocados por el evangelio y traten vivir los valores de Jesús», enfatizando que el ejercicio del poder debe orientarse hacia el servicio público.

«El mensaje de hoy es todo aquel que aspira al poder, lo digo con afecto a todos los candidatos que van a correr en esta próxima etapa electoral, que sea para servir al pueblo, bien común y no para buscar intereses personales», declaró, estableciendo un llamado ético que trasciende las líneas partidarias.

El religioso advirtió sobre los peligros de la ambición desmedida, señalando que «los políticos que se convierten en dictadores son personas que se vuelven ciegas, piensa que es Dios y que sus caprichos deben ser leyes». Esta reflexión cobra especial significado en el contexto latinoamericano actual, donde varios países enfrentan cuestionamientos sobre el autoritarismo y la concentración de poder.

En declaraciones complementarias durante una misa en la Basílica Menor de Suyapa, Rodríguez también denunció que Honduras «se debate en la cultura de la muerte» y cuestionó a los «dictadores de hoy» en América Latina, acusándolos de creerse dioses y promover modelos autoritarios.

El cardenal ilustró su punto con una perspectiva histórica amplia, recordando que «esta es una lección que no la han aprendido los dictadores de este mundo, empezando por los grandes sátrapas de la antigua Asia, los perseguidores de la iglesia como los emperadores romanos, los dictadores del siglo XX». Esta contextualización histórica busca mostrar los patrones universales del abuso de poder.

Finalmente, puntualizó que «el poder es la tentación más grande del ser humano que desea perpetrarse en el poder para enriquecerse ilícitamente», ofreciendo una diagnosis sobre las motivaciones que corrompen el ejercicio de la autoridad política.

Las declaraciones del cardenal Rodríguez adquieren peso particular por su trayectoria como figura influyente en la Iglesia latinoamericana, aunque desde 2023 ostenta el título de arzobispo emérito tras cumplir 80 años, edad límite para participar en cónclaves papales.

Sus reflexiones llegan en un momento crucial para Honduras, donde el país se prepara para un proceso electoral que podría definir su rumbo futuro, mientras persisten las divisiones sobre episodios traumáticos del pasado reciente. El mensaje del cardenal plantea la necesidad de encontrar un equilibrio entre la memoria histórica necesaria para la democracia y la sanación nacional requerida para la convivencia pacífica.

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