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El legado de un pontífice reformista que sacudió al Vaticano

El primer Papa latinoamericano falleció a los 88 años tras casi 12 años de pontificado marcados por su enfoque en la justicia social, reformas institucionales y su visión de una Iglesia más cercana a los necesitados. Su figura, que conquistó Roma "con una sonrisa", deja un vacío en el liderazgo moral mundial.

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En un día que marcará la historia de la Iglesia católica, el Papa Francisco, nacido Jorge Mario Bergoglio, ha fallecido a los 88 años de edad. El pontífice, quien mantuvo su característico sentido del humor hasta sus últimos días, dejó un legado transformador que intentó modernizar una institución milenaria frente a la resistencia de sectores conservadores.

De los barrios de Buenos Aires al Trono de Pedro

Hijo de inmigrantes italianos de clase media baja, Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936 en el barrio de Flores, Buenos Aires. Creció en un entorno modesto donde su padre Mario trabajaba en el ferrocarril mientras su madre Regina se encargaba del hogar y la crianza de cinco hijos.

Antes de encontrar su vocación religiosa, Jorge Mario se graduó como técnico químico. A los 21 años decidió ingresar al seminario de la Compañía de Jesús, siendo ordenado sacerdote en 1969. Su formación se complementó con una profunda apreciación por la literatura, especialmente las obras de Jorge Luis Borges, Leopoldo Marechal y Fiodor Dostoievski, pasión que lo llevó a ejercer como profesor de Literatura y Psicología.

Su ascenso en la jerarquía eclesiástica fue progresivo: provincial de los jesuitas durante la dictadura militar argentina (1973-1979), arzobispo de Buenos Aires en 1998 y cardenal en 2001. Desde estas posiciones, Bergoglio ya manifestaba su visión de una Iglesia austera y comprometida con los más vulnerables.

La revolución franciscana en el Vaticano

El 13 de marzo de 2013, Bergoglio sorprendió al mundo al convertirse en el primer Papa latinoamericano y el primer jesuita en ocupar el trono de Pedro. «Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo», bromeó ante la multitud reunida en la Plaza de San Pedro, marcando desde el inicio su estilo directo y cercano.

Su elección del nombre «Francisco», inspirado en el santo de Asís, no fue casual. Simbolizaba su compromiso con la humildad, la sencillez y el cuidado de la naturaleza, valores que intentaría implementar en una institución históricamente marcada por la pompa y las tradiciones.

Durante su pontificado, Francisco impulsó reformas estructurales centradas en:

  • La lucha contra la corrupción y la falta de transparencia en la Curia Romana
  • Una visión más inclusiva, abriendo espacios para divorciados y personas LGTBIQ+
  • Un papel más relevante para las mujeres en la estructura eclesiástica
  • El compromiso con la justicia social y la atención a los marginados
  • La conciencia ecológica, cristalizada en su encíclica «Laudato Si»

Uno de sus últimos actos significativos fue el nombramiento de la monja Raffaella Petrini al frente de la Gobernación vaticana, reflejando su deseo de elevar el papel femenino en los puestos de decisión de la Iglesia.

Un pontificado de contrastes y resistencias

El camino reformista de Francisco no estuvo exento de obstáculos. Sectores conservadores dentro de la Iglesia se opusieron firmemente a sus iniciativas, especialmente aquellas relacionadas con la apertura hacia divorciados y la comunidad LGBTQ+. Fueron notorias las «dubia» (dudas formales) presentadas por varios cardenales, cuestionando aspectos de su magisterio.

El manejo de la crisis de abusos sexuales representó otro desafío significativo. Aunque Francisco promovió medidas más estrictas contra la pederastia clerical, sus políticas no siempre fueron bien recibidas dentro de la institución.

La convocatoria del Sínodo, donde por primera vez mujeres y laicos tuvieron voz y voto, y encíclicas como «Fratelli Tutti» —dirigida a toda la humanidad, no solo a los católicos— evidenciaron su deseo de una Iglesia más participativa y universal.

Voz moral en la escena internacional

Más allá de su liderazgo eclesiástico, Francisco se posicionó como una figura moral de relevancia global. Sus pronunciamientos sobre conflictos internacionales fueron contundentes, denunciando lo que llamó la «tercera Guerra Mundial a pedazos», visible en Ucrania y Gaza.

Sus críticas al modelo económico predominante y su defensa de los migrantes le valieron ser etiquetado como el «Papa comunista» por sectores conservadores. En sus últimos momentos, se destacó como un férreo crítico de las políticas de deportaciones impulsadas por el presidente Trump, dejando un vacío en el panorama internacional que será difícil de llenar.

El hincha de San Lorenzo que nunca dejó de serlo

A pesar de su estatura global, Francisco nunca abandonó sus raíces. Su pasión por el fútbol y su lealtad al club San Lorenzo de Almagro, heredada de su padre, permanecieron como vínculos entrañables con su tierra natal. En 2023, el equipo le envió al Vaticano la equipación con la que disputaría el campeonato argentino, como homenaje por los 10 años de su pontificado.

La muerte del Papa Francisco marca el fin de una era de transformación para la Iglesia católica. Su legado, caracterizado por el compromiso con los más vulnerables y la búsqueda de una institución más transparente e inclusiva, permanecerá como referente para los 1.400 millones de católicos en el mundo, aproximadamente el 18% de la población global.

El pontífice que llegó «desde el fin del mundo» para cambiar la Iglesia se despide dejando una huella indeleble, no solo en la institución que dirigió durante casi 12 años, sino en la conciencia global sobre temas como la justicia social, la ecología y la dignidad humana.

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